Crece la avena, cae el maíz

La bolita comenzó a girar sobre la ruleta. En los campos de La Araucanía se trabaja en la siembra del trigo de invierno. En la Región de O'Higgins maiceros de toda la vida están al "agüaite", a la espera de ver cómo vienen las lluvias.

Salvo los productores de raps "cuya siembra terminó y enfrenta una contracción de la superficie por los bajos retornos y la escasa productividad de las últimas temporadas" el resto de los agricultores está en un momento crítico: deben tomar la decisión de qué cultivo y cuánta superficie sembrar en el año agrícola 2020-2021.

Las intenciones de siembra navegan con viento a favor en varios cultivos. A pesar de las bajas que tuvo hace unas semanas, el dólar volvió a subir y se mantiene en un valor relativamente alto, lo que encarece las importaciones. Además, excepto por el maíz, la demanda internacional por cultivos anuales sigue firme.

Sin embargo, el gran "pero" de las decisiones de siembra es la sequía. El año pasado, se hizo sentir con menores rendimientos del maíz en la Región de O'Higgins. La posibilidad de un nuevo invierno seco preocupa a los agricultores, que han postergado sus compras de insumos a la espera de ver lluvias.

A continuación, algunos de los factores que condicionarán las próximas decisiones de siembra para 2020-2021.

Avena, la gran apuesta

"Había gente que tenía hasta tres cosechas de avena guardadas", explica Pedro Nickelsen, agricultor de la Región de La Araucanía.

Los últimos años no habían sido favorables para el cultivo de la avena. El exceso de oferta chilena y un mercado internacional estancado hicieron que las plantas procesadoras ofrecieran precios poco atractivos para los agricultores.

Sin embargo, este año todo cambió. En plena cosecha se llegó a pagar en algunos días hasta $250 por kilo, un récord histórico. Aunque los precios promedio fueron inferiores, siguieron siendo superiores a los de los últimos años.

"Hubo mucho interés por comprar avena. Las plantas procesadoras abrieron nuevos mercados, especialmente en Asia, India y Corea del Sur. A eso hay que agregar que hubo una gran demanda de América Latina. Puesto en fundo, el quintal de avena llegó a unos $17.000", señala Julio Oberg, de Agrogestión Oberg.

A diferencia del resto de los cultivos anuales chilenos, que básicamente sustituyen importaciones, la avena está enfocada en la exportación. En América Latina, su tradicional mercado, es una fuente relevante de proteínas baratas. Por eso, el temor al desabastecimiento que produjo el coronavirus hizo que los importadores se apresuraran a comprar la avena que estaba disponible en el mercado internacional.

Según Julio Oberg, que asesora a un gran número de productores de avena, los agricultores quedaron con altas expectativas respecto de ese cultivo. De hecho, estima que para 2020 se sembrarán 10 mil hectáreas más que el año anterior en la Región de La Araucanía, responsable de más del 90% de la producción de ese cultivo en Chile. Si se cumple la proyección de Oberg, la avena debería acercarse a una superficie nacional de 90.000 hectáreas, convirtiéndose en el segundo cultivo extensivo chileno, superando al maíz.

"En el largo plazo vamos a tener una condición más estable de precios para la avena. La apertura de Asia y la buena calidad que se puede lograr en Chile hacen que ese cultivo haya dejado de ser el "Patito Feo". Sin embargo, es muy poco probable que volvamos a ver los precios de la última temporada. Los primeros contratos que se han firmado para la próxima temporada están en torno a los $160 por kilo", afirma Pedro Nickelsen.

Maíz con diagnóstico reservado

Pocos rubros en el agro sufrieron un mayor impacto por el coronavirus que el maíz. No importó que Estados Unidos, el principal exportador mundial, viniera de un año con menor superficie. Los precios en la Bolsa de Chicago registran caídas de más de 20% respecto del año pasado.

La fuerte baja se explica porque a diferencia de otros grandes cultivos, como el maíz o la soya, el maíz no solo va a dar a alimentación. Cerca de un tercio de la demanda por ese grano en Estados unidos se explica por las plantas de etanol, un biocombustible.

La menor actividad económica mundial hundió el precio del petróleo, que incluso llegó a valores negativos en Estados Unidos.

"La demanda por etanol en Estados Unidos se destrozó. En un momento la caída de los precios llegó a 45% respecto de los niveles anteriores al surgimiento del coronavirus. Aunque en el último mes el precio del petróleo se ha recuperado, todavía tiene una caída de casi 30% respecto de comienzos de año", afirma Sebastián Olivero, analistas de INTL FCStone en Argentina.

El profesional afirma que se proyecta entre 2% y 3% de aumento en la superficie de maíz de Estados Unidos para este año, por lo que por parte de la oferta seguirá existiendo una presión en el mercado. La razón del aumento es que en la anterior temporada las lluvias y anegamientos impidieron la siembra o dañaron severamente una cantidad de hectáreas recién sembradas. Se espera que en 2020 la superficie maicera de Estados Unidos ronde los 39 millones de hectáreas.

En Chile, la caída de los valores del maíz estadounidense se vio amortiguada por los valores récord del dólar. De hecho, para los productores nacionales fue una temporada tranquila por el lado de los precios.

Sin embargo, la cosecha 2020 dejó un sabor amargo, especialmente entre los maiceros de la Región de O' Higgins. La sequía que se arrastra por varios años golpeó la producción. Campos en Pichidegua o Las Cabras quedaron sin cosechar, pues el volumen de maíz era muy escaso. En algunos casos se prefirió tirar animales al campo para que dieran cuenta de los restos.

"Tengo un productor que trabaja muy bien en Quinta de Tilcoco. Usualmente obtiene 18.500 kilos por hectárea. Este año estuvo entre 15.000 y 16.000 kilos por hectárea. En la zona se notó una caída de 15% a 20% respecto de un año normal", afirma Sergio Mangelsdorf, corredor de granos.

El intermediario asegura que muchos productores están muy cautos a la hora de volver a sembrar maíz nuevamente en esta temporada.

Sergio Garín, gerente general de Coagra, refrenda la percepción de Mangelsdorf.

"En las ventas de semillas e insumos asociados al maíz se ha detectado entre 60% y 70% de retraso en las compras respecto de un año normal. Eso es por el temor a la sequía. Creo que muchos agricultores van a esperar a cómo se comportan las lluvias de invierno para ver si siembran maíz o no".

Mangelsdorf, en tanto, ve posibilidades de que se derive un número de hectáreas de maíz de las regiones de O'Higgins y del Maule a trigo primaveral o tomates industriales. En caso de una sequía mayor, los agricultores que tienen huertos frutales y maíz optarían por usar la poca agua disponible para regar los primeros.

Las señales indican que la superficie del maíz para 2020-2021 sería inferior a las 71.914 hectáreas del ejercicio anterior, que ya había marcado una caída anual de 10,59%.

Trigo sigue siendo el rey

"Hay una fuerte demanda por semillas e insumos para el trigo. A este momento, hemos vendido más que en todo el año pasado a igual fecha", explica Sergio Garín, gerente general de Coagra.

El trigo es, por lejos, el cultivo rey de Chile. El año pasado se sembraron poco más de 234 mil hectáreas y todo indica que para las siembras 2020 se mantendría o superaría esa superficie. En zonas marginales para ese cultivo, entre las regiones de O'Higgins y Ñuble, podría reemplazar cuarteles de maíz si el invierno es seco. Su demanda por agua es bastante menor que la del grano.

Este año su precio internacional ha sorteado la crisis del coronavirus, pues se destina principalmente al consumo humano. Gobiernos de Europa del Este, por ejemplo, han puesto cortapisas a sus exportaciones trigueras, lo que ha sostenido los precios internacionales.

"En la Bolsa de Chicago los valores del trigo han rondado los US$ 190 a US$ 195 la tonelada, lo que es muy similar a antes del surgimiento del coronavirus. La demanda por harina para alimento humano y la preocupación por mantener abastecidos a sus poblaciones ha impulsado a los estados a comprar trigo", sostiene Máximo Amelong, analista cerealero de FYO, de Argentina.

En Chile, la violenta alza del dólar tras la llegada del coronavirus hizo que la estabilidad internacional de los precios se tradujera en aumentos importantes de los retornos recibidos por los agricultores.

Con más plata en la mano, los trigueros se sintieron tranquilos para volver a sembrar en 2020. Eso sí, debido a que ya ocupa una gran parte de la superficie disponible para cultivos anuales en La Araucanía, el corazón cerealero de Chile, lo más probable es que el crecimiento sea relativamente marginal. En el sur debería aprovechar la superficie que dejaron libres el raps y el triticale, ambos afectados por bajos rendimientos y altos costos en las últimas temporadas.

Lupino crece por Australia

La sequía no es patrimonio de Chile. Australia, un importante productor de cultivos extensivos en el hemisferio sur, ha sido azotada desde hace varios años por la falta de agua. Ese país es un actor dominante en las exportaciones mundiales de lupino, una legumbre que se usa como base para el consumo humano y animal.

La sequía australiana hizo bajar su oferta de lupino, lo que benefició inmediatamente a Chile. Los precios pagados a los productores saltaron a un promedio de $31.000 el quintal, un aumento de cerca de $6.000 por quintal respecto de 2019 y de $9.000 por quintal sobre 2018.

"Los países del Medio Oriente son grandes importadores de lupino y este año tuvieron que venir a comprar a Chile", sostiene Julio Oberg.

Los buenos precios han impactado las decisiones de siembra para 2020-2021 del lupino. La temporada pasada se sembraron 22.280 hectáreas, las que deberían aumentar en por lo menos 4.000 hectáreas este año.

El lupino tiene la ventaja adicional de ser una excelente rotación para el trigo, lo que permite bajar la presión de plagas y ayuda a fijar nitrógeno en el suelo, aumentando su fertilidad.

Cebada estable

Aunque la cebada tiene márgenes estrechos para los agricultores, debería mantener su superficie, que el año anterior llegó a 30.384 hectáreas.

Buena parte del cultivo se hace bajo contrato, pues es un insumo vital para la industria cervecera. Su precio se fija de acuerdo al valor del trigo de categoría débil puesto en Santiago.

Como se espera que el trigo importado tenga un valor estable durante el año que viene, lo mismo debería suceder con la cebada.

Revista del Campo, El Mercurio